El mensaje

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Ian volvió a besar a Sam, más apasionadamente, con un deseo de posesión mayor de lo que cabría imaginar. Cada vez iban juntando más sus cuerpos, como si sus almas se buscaran queriendo ser una sola. Sam notaba los suaves y carnosos labios de Ian en cada beso, apretándose contra los suyos, y ella les respondía de la misma manera, con pasión, con deseo, con amor. Ian la empujó sobre la cama y se puso encima de ella, él esperaba que ella le empujara, le dijera que no y así poder parar. Pero ella le rodeó el cuello con los brazos mientras sguia besándole, aquello le estaba volviendo loco, su tacto, su olor, el dulce sabor de sus labios, si ella no paraba...si no paraba...

Fuertemente Ian pellizcó a Sam en el brazo e hizó que un relámpago recorriera el cuerpo de la chica, cualquier persona normal hubiese muerto pero para ella no era más que un simple calambre. El cuerpo de Sam reacciono involuntareamente, como cuando coges el vaso de leche demasiado caliente y apartas la mano corriendo, pero su cuerpo reacciono enviando a Ian contra la parez. Este no freno, ni se desvió, quería que aquel golpe le despejara la cabeza, pensar en otra cosa que no fuese en... en lo que estaba a punto de hacer.

-¿qué demonios acabas de hacer?- Sam se sentó en la cama mientras que Ian estaba sentado en el suelo con las manos en la cabeza.

-Lo siento, tenía que parar... si no lo hacia me odiarías por el resto de tu vida.

-¿y tenías que electrocutarme?- Sam más que enfadada se sentía dolida y confusa

- si tu no me parabas yo no iba a hacerlo.

-Pero no entiendo, ¿por qué iba a odiarte?- Ian se levantó del suelo, pero seguía mirando el suelo, no quería mirar a Sam a la cara,

-Porque aún tienes a ese maldito cazador en la mente- Ian golpeó la puerta del armario rompiendola como si se tratara de un trozo de cartón. Los dos se quedaron en silencio, Sam no entendía nada e Ian seguía sin mirarla a la cara.

-Ian yo...

-Dejalo, tienes razón, no está bien que duerma contigo, buscaré otra habitación.- Antes de que Sam pudiese decir algo más él ya había salido y se encontraba muy lejos. Sam suspiró sin entender nada, un instante era posesivo y cariñoso y al otro salía corriendo.

Pero él tenía razón, Drake seguía ahí, en su mente y Ian había sido capaz de notarlo. Es normal que se sintiera dolido, estaba jugando con él, con sus sentimientos y con los de Drake también, sobretodo con los de Drake.

-¿qué diablos estoy haciendo?- Estaba jugando con los dos, de no tener interes en nigún chico a pasado a jugar con dos.- Genial, ahora soy todo lo que más odio, quizás si me esfuerzo un poco podría volverme un poco más odiosa.

Sabía que no iba a dormir esa noche, y además ¿qué más daban dos chicos? ¿qué iba a pasar con los Licaón? una gerra se aproximaba y ella nada más que se fijaba en chicos. Genial, genial, sencillamente genial.

Puso una mano sobre la puerta del armario, estaba completamente rota y astillada, pero nada que ella no pudiese arreglar, en un instante estaba igual que antes. Sin pensarlo ni un segundo corrió hacia la ventana y saltó por ella al jardín, ni siquiera había notado la caida, tenía que admitir que ser una diosa todo poderosa era lo mejor. Pero quería probar más, corrió al jardín donde estaba el pequeño lago y entonces probó hasta que nivel podían llegar sus poderes.

Se concentró todo lo que pudo y entonces notó pequeñas gotas frías cayendo sobre ella, miro arriba y se rió, lo había conseguido, estaba nevando, nevando. Pero ese solo fué el principio, mientras la nieve caía ella hizo que florecieran las flores, que los árboles crecieran más alto, hacía a los pajaros cantar y las luciernagas iluminar la noche. Era precioso, pero empezaba a sentirse muy cansada, demasiado.

El cazadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora