Capítulo 19: Monstruo

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A las 10 de la mañana llamaron a la puerta. Me desperté sobresaltada y corrí al baño mientras suplicaba a Surina que abriera. Me había olvidado de que había quedado con Daimen.

Otra vez.

Desde nuestro fortuito encuentro habíamos pasado casi todo el tiempo juntos, hablando sobre nuestra vida, nuestro pasado, y todas esas cosas de las que hablas cuando acabas de conocer a una persona. Si no venía él a buscarme para charlar y tomar algo, yo me acercaba con determinación a todos los lugares que él me había mostrado hasta dar con él.

Por supuesto a veces su trabajo como capitán me impedía hablar con él, y en esos instantes era Surina la que corría a acosarme para preguntarme sobre él, qué habíamos hablado, y si pretendía lanzarme a sus brazos o simplemente estaba disfrutando de su compañía, que si iba a enamorarme y dejarlo todo por él, o lo único que hacía era pasar el rato al lado de lo que ella llamaba “la mejor adquisición de todo el Lhanda”.

Yo procuraba no contestar a esas preguntas, o hacerlo con negaciones siempre. No quería pensar en ello.

Mientras encendía el agua caliente de la ducha, pude escuchar a Surina entreabrir la puerta y mirar a Daimen con un ojo abierto y el otro cerrado. Bueno, eso lo intuí más que verlo, porque llevaba ya muchos años conociendo a Surina como para saber que sería así.

- ¿Se ha dormido?- Preguntó Daimen, con cierto toque de risa en la voz.

- Discúlpala, es que nuestras noches de charlas ha sido demasiado extensa, y olvidamos poner el despertador.- Surina disminuyó el tono de voz, pero pude seguir escuchando.- Aunque creo que se olvidó a posta, ese ruido metálico al incorporarnos se nos acaba metiendo en la cabeza.

Además Surina me había comentado que había tenido sueños muy extraños últimamente, y lo habíamos achacado al despertador.

- Está bien, entonces por favor dile que luego si tengo tiempo daré con ella, he tenido un imprevisto de última hora.

Al poco la puerta se cerró. Me sentí un poco decepcionada por el hecho de quedarme “sola” otro día más. Resignada, me metí a la ducha, pero el agua seguía estando como el hielo. Aquello me sorprendió y decidí esperar un poco más, en vano.

- ¡Surina, no hay agua caliente, ¿Puedes traerme el grimorio?!- Grité, entreabriendo un poco la puerta. Puse un tapón en el fondo de la bañera y cambié la ducha por un baño.

Al poco rato por la puerta apareció la joven con el libro. Me miró un tanto preocupada.

- No sé por qué, pero creo que Daimen ha tenido que irse por algo malo, muy malo…- Comentó, dejándome desconcertada.

- No seas tonta, seguro que algún pez gordo está aporreando su puerta por el hecho de habernos quedado sin agua caliente…- Intenté quitarle leña al asunto con aquella chorrada, aunque yo tampoco me lo creía. Ella me miró arqueando una ceja.- Oye, ya viste lo elegantes que son los señores, no creo que consientan algo así, ni aunque sea una avería técnica.

- Bueno, puede que tengas razón.- Reconoció, pero sin creérselo demasiado.- De todos modos creo que investigaré un poco.

Salí del baño y me vestí. Aquel día Surina había quedado a comer con unas chicas, y yo, debido a mi reciente cambio de planes, estaba sola. Rechacé la propuesta de ir con ella porque no pintaba nada ahí, y además, a fin de cuentas, prefería enterarme de qué pasaba.

Crucé los pasillos lentamente, sin un rumbo fijo. Pretendía buscar a Daimen en los sitios de siempre, por la biblioteca, en el espacio que había entre la sala de calderas, el almacén, el establo, y esa puerta que seguía siendo un misterio para mí. Supongo que en parte prefería que Daimen me contara qué era en vez de averiguarlo yo.

El Fantasma del LhandaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora