Capítulo 24.

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El día había llegado a su fin y todo había sido condenadamente hermoso. Desde la visita de los chicos hasta la salida al restaurante de hace un rato. Acababa de salir del baño cuando escuché que Niall me llamaba desde nuestra habitación.

-¿Qué ocurre?-pregunté descansando mi cuerpo en el marco de la puerta.

Él se encontraba sentado en la cama, con una caja rosada entre sus manos con un pequeño moño celeste. Fingí no prestarle atención a la caja, aunque por dentro me moría por saber qué era. Se puso de pie, aún con la caja en sus manos y se acercó hasta mí, sin quitar esa hermosa sonrisa.

-Feliz cumpleaños, princesa-susurró tendiéndome la caja de un tamaño algo grande.

-¿Para mí?-reí llevando una de mis manos a mi pecho.

-No, la verdad es para Louis. ¿Se lo das por mí?-rodó los ojos sin dejar de reír.

-Pesado-bufé inclinándome a besar la punta de su nariz para luego tomar la caja entre mis manos-. Gracias, mi amor.

-No agradezcas-se encogió de hombros.

En una sonrisa caminé en dirección a la cama y me senté al borde de ésta, dejando la caja en mis piernas. Sin mucha paciencia, saqué la tapa de ésta, y al segundo sentí cómo mis ojos se nublaban. Eran unos zapatos bajos negros con un pequeño moño al centro y una tela morada por debajo de éstos. Saqué los zapatos y alcé la tela, encontrándome con un vestido. Era corto, pero no demasiado, y tenía unos pequeños detalles justo por debajo de los pechos. Era muy sobrio y perfecto. Realmente me había fascinado. Alcé mi vista hacia mi "amigo" y vi una sonrisa de su parte.

-Gracias, corazón-dije con el poco hilo de voz que poseía.

-Tú sólo póntelo.

-¿Ahora?-fruní el ceño.

-Ahora. Oh, y ponte linda. Tenemos una sorpresa para ti-guiñó en una sonrisa, justo antes de desaparecer por la puerta.

Me encerré nuevamente en la habitación y descansé mi cuerpo a un lado de ese mini vestido que, de seguro, a Niall le encantaría como se veía en mí. Sonreí como una idiota con tan sólo imaginarme ese hermoso rostro al verme bajar con vestido y zapatos bajos. Podría decir que, en mis diecisiete años, jamás me había sentido tan perfecta como ese irlandés rubio de nombre Niall Horan me hacía sentir.

Volví a ponerme de pie, mientras tomaba entre mis manos delicadamente ese vestido y lo observaba en una sonrisa; a decir verdad, el vestido era bastante bonito, y haría un juego tremendo con los zapatos y el peinado.

En exactamente cuarenta minutos ya me encontraba frente al espejo de la habitación dando los últimos toques al vestido, arreglando la rosa que ésta llevaba bajo mis pechos. Ordené los rizos que, minutos atrás, había hecho en mi cabello y lo ordené con una cinta. Me sentía hermosa. Me sentía femenina, linda y segura de mí misma. Jamás en la vida me había sentido así... hasta que Niall se hizo paso en mi camino, uniendo nuestros destinos que estaban escritos desde hacía tiempo. Puse rímel en mis pestañas y brillo en mis labios antes de volver a abrir la puerta y descender nerviosa las escaleras. Escuché cinco chicos poniéndose de pie y observando cada uno de mis movimientos, logrando poner demasiado nerviosa. Cinco rostros totalmente atónitos y cinco cuerpo realmente arreglados con esos elegantes smokings. Se veían todos muy guapos, en especial mi duende irlandés.

-____-balbuceó Louis-. Te ves... hermosa.

-Luces fantástica-sonrió Zayn mientras se acercaba a tomar mi mano y hacerme bajar por completo las escaleras.

-Gracias, Zayn-sonreí tímida.

-_____, te ves hermosa, perfecta... como siempre-Niall caminó hacia mi, me tomó por la cintura y besó fugazmente mis labios.

-¡Eh, aquí no, duende!-exclamó Louis jalándolo de un brazo.

-Lo siento-rió tímido; sabía que Louis era como mi propio padre.

-Bueno... ¿nos vamos?-musitó Harry desde la puerta. Cruzamos nuestras miradas, pero intenté esquivarla de inmediato, pues no quería tener que lidiar tanto con él.

-Sí, vamos-respondió Liam mientras cogía las llaves del auto y caminaba hacia la salida.

Le hice una mueca a Niall, intentando preguntarle el lugar al cual nos dirigíamos, pero sólo obtuve un guiño de su parte. Entrelazó nuestras manos y nos dirigimos a la salida en total silencio. Éste era el momento que más odiaba: la incertidumbre. Sólo quería saber a dónde me llevaban los chicos, y luciendo así de guapos.

Honey Kisses |horan|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora