14 Déjalo en mis manos

783 73 2
                                    

Esteban estaba a mi disposición. Tendido en esa urna, sin moverse, ya no podía echarse para atrás aunque se hubiese arrepentido en sus sueños. Era el momento para hacerlo. Nada podía interponerse.

—No puedo creer que ese humano haya confiado en ti a pesar de decirle dije que eras un demonio come almas —dijo Oro.

Oro se paró frente a mí para recordarme que aún se encontraba presente.

—Así que fuiste tú quien le metió esa idea en la cabeza. No me sorprende —me crucé de brazos—. Ya viste que Esteban quiere mucho a Destello, así que mejor vete. Ya no te entremetas. No estoy de humor para tus tonterías.

Oro me miró serio, luego se desintegró en un fino polvo dorado. Creí que se iría, pero no, pues se volvió a materializar junto a la urna donde Esteban descansaba.

—De verdad parece que está dormido —dijo mirando a Esteban.

—Pues claro que lo está. Ahora debo hacer algo importante. Si te quedas solo me desconcentrarás, así que será mejor que te regreses a tu casa de humano. Ya no hay nada más que ver aquí. Largo.

Oro fijo su mirada en mí. Por supuesto que no iba a perder, por eso también mantuve la mía en sus ojos. Casi podía jurar que se veían chispas de tensión en el aire. Si Oro se quedaba iba a ser un problema.

— ¡Es hora de despertar! —Oro sacudió violentamente a Esteban.

— ¡Qué haces! —refunfuñé enojado acercándome.

—Nada, solo estoy comprobando si de verdad duerme. Quizá ya cambió de opinión, pero no lo puede decir porque está dormido. ¿Despertará si lo saco de la urna?

—Oro, te voy a... —apreté los puños.

—Está bien —se alejó de la urna levantando las manos—, ya me aburrí de jugar. Haz lo que quieras con este humano.

—Lo haré, pero ya vete.

—Juro que no voy a molestar, quiero ver —juntó las palmas de sus manos en forma de ruego.

No le respondí. Mi silencio fue suficiente para que entendiera lo que se le diera la gana. Él sonrió y se hizo a un lado. Traté de mantener la calma, ya que si no le seguía el juego a Oro, él podía arruinarlo todo. No quería poner en riesgo un asunto como aquello. Solo me quedaba confiar que él no iba a interponerse.

—Esos niños no están equivocados —dijo con seriedad—. Los humanos son frágiles. Tienes que tener en cuenta de que podrías perder el espíritu de Esteban si fallas.

Lo miré cansado de tanto parloteo negativo.

—Estoy listo —dije dando un paso muy decidido.

—Solo tienes una oportunidad —agregó—. No podrás recuperar su espíritu si fallas ahora,

—Pues mírame y sorpréndete —dije seguro.

Oro resopló poco confiado, pero pensé que a él le daba igual si yo tenía éxito o no. Cerré los ojos y resoplé para desaparecer cualquier síntoma de estrés. Debía estar lo más calmado posible para concentrarme totalmente. Era el momento, no tenías dudas ni miedos.

Creé una gran plataforma delgada y transparente sobre esteban, no tan alto ni bajo. Oro se paró sobre ella después de desintegrarse. De igual manera que él, también me paré sobre la delgada plataforma transparente. Caminé hasta pararme justo debajo de Esteban, quien dormía. Necesitaba espantar su espíritu para que éste creyera que el cuerpo que habitaba estaba muerto. No iba a ser difícil, solo era preciso clavarle una lanza de cristal sin piedad para poder apropiarme del espíritu de ese cuerpo humano.

UNA ESTRELLA ENAMORADA |1ra parte|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora