No Jugarás

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No podía olvidarla, ella lo era todo, mi mundo, mi pasión, mi amiga, mi vida, mi amor. Su trágica muerte acabo desquiciándome por completo. Aquel verano había sido maravilloso, pero lo que iba a ser un regreso a casa tranquilo se convirtió en la peor pesadilla de mi vida. Un conductor temerario y borracho, cruzó la mediana de la autopista, situándose a contra-dirección, y tras recorrer varios metros, acabó chocando de frente contra nuestro vehículo. Yo salí completamente ileso, pero Claudia no. Al intentar esquivarlo sólo conseguí que su lado izquierdo chocara contra nuestro lado derecho, evitando así que el impacto fuera contra mí, estuve unos segundos algo desubicado, pero cuando me reincorporé, allí la vi, su cara yacía apoyada en el salpicadero, mirando hacia mí, su nariz había desaparecido, y sus ojos abiertos como nunca, me hacían creer que seguía viva, pero nada más lejos de la realidad.

-¡Claudia! ¡Claudia!

Sin tiempo casi ni a moverme, alguien tiro de mí hacia atrás, sacándome del coche, mientras seguía pronunciando su nombre. Desde ese momento no recuerdo nada más, sólo despertar en el hospital con un fuerte dolor en la espalda y la cabeza.

Cada noche sueño con ella, con su cara desfigurada y sin nariz, incluso con el terrible accidente, la echo tanto de menos, tanto que incluso a veces, cuando llaman a la puerta, creo que es ella que regresa a casa, no puedo estar sin ella.

Han pasado varios meses y su cara sigue fresca en mi memoria, el psiquiatra se esfuerza por recuperarme anímicamente, pero su tarea es imposible, aún hoy, me miro en el espejo y la veo a ella reflejada. A veces tiene buena cara, otras, sin embargo, aparece aquella trágica imagen de su cara desfigurada, y otras, soy yo mismo el que me veo con sus heridas mortales.

-¡Claudia! ¡Claudia!

Y ahora, aquí sentado en el suelo, me dispongo a verla desde este lado del espejo y a hablarle a través de una ouija, le diré que quiero ir con ella allí donde esté, quiero que me indique el camino que debo seguir y quiero que me diga: ¡Te quiero! Por última vez desde este lado, el de los seres vivos.

Permanezco concentrado mirando la tabla, pero ella no aparece. No hay ningún indicio que me indique que está allí conmigo, pero porque no viene, a mí me quedaron muchas cosas por decirle, e imagino que a ella también.

-¡Claudia! ¡Claudia!

Pero, tras pronunciar insistente su nombre, algo parece estar sucediendo, el tablero parece señalarme una palabra: «Muere», y la sigue repitiendo constantemente.

Muere, muere, muere, muere…

El terror se apodera de mí, ¿Qué debo hacer ahora? ¿Es ella?

Muere, muere, muere, muere…

-¡Claudia! ¿Eres tú?

Muere, muere, muere, muere…

-¡Claudia! ¿Eres tú? ¡Contéstame!

Muere, muere, muere, muere…

Universidad de Madrid

Clase de Criminología

-Dereck murió unos 3 meses después del accidente de coche, lo encontraron muerto en su casa sobre una tabla de ouija. Al parecer le habían arrancado la nariz y la lengua, pero lo que realmente impactó a los policías y médicos de aquella brutal escena, fueron sus ojos, abiertos de par en par, como si siguiera vivo, observando hacia un espejo roto y en el que parecía haber unas marcas de sangre de unas manos, unos labios y un texto que decía así: Ya no soy Claudia.

Todo parecía indicar que era un asesinato. Lo más curioso del caso, es que las marcas de sangre, saliva y huellas dactilares del espejo pertenecían a Claudia. Nunca se ha encontrado al asesino —dijo el profesor con toda la clase admirada por la terrible historia—. Bien, clase. ¿Vosotros qué opináis?

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