Te quiero cerca.

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Me gustaba porque se le olvidaban las cosas malas y yo estaba llena de ellas. Así, por momentos, me sentía bonita de verdad, cuando me miraba y llevaba escrito en los ojos un "te quiero cerca".

También me gustaba cuando me cogía de la mano y hacía que todas las calles fueran un buen lugar donde no hacer planes. La forma que teníamos de improvisar y ya no saber hacer otra cosa que no fuera quemar momentos.

Siempre tuve envidia de su sonrisa. A veces me ponía de los nervios cuando sonreía por ver un cachorro, o una farola que se encendía justo al pasar (también cuando se apagaba) o cuando llegaba nuestra parada antes de lo esperado y nos pasábamos por estar queriéndonos.

Sonreía más que respiraba e intentaba hacerme creer que yo también era capaz, pero ambas sabíamos que no era así. Al principio sonreía siempre que ella lo hacía y así casi me creí que yo podía hacerlo de verdad, pero un martes dejé de sonreír por todas sus sonrisas y supongo que ahí se me murió el amor. La quería, no pienses que no, la quería hasta estallar. La prefería ante la soledad y dejaba las series a medias para llevarla a la cama y quitarle las medias hasta completarnos. Pero luego dejó de ser necesaria a las cuatro de la madrugada. Luego a las tres, a las dos, y los martes. Sobre todo los martes.

No sé por qué esto fue así. Ella estaba tan preciosa como siempre pero yo ya he dicho que soy un cúmulo de cosas malas. Mantener mis preferencias estables nunca fue mi fuerte y eso me hace débil. A veces no sé vivir sin alguien respirándome en la nuca y otras preferiría que nadie respirara. Quizá debería enamorarme de verdad y, así, curarme o morirme de una puta vez.

La adoraba
pero ya no.
Lo peor
es que mientras ella llora
yo lo llevo bien.
Supongo que mi desinterés
por su tristeza
me hace mayúsculamente egoísta.
Pero de verdad que,
en , no produce ni un solo rasguño
alguna de sus lágrimas.

La chica del andén.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora