Capítulo 26.

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—Así que has roto con tu novio.

Gruñí al escuchar eso por parte de Troy.

Solté sus manos, las cuales me sostenían con fuerza por la cintura. Días bailando; contándole mi vida...para luego acabar discutiendo como de costumbre. Acepté hacer el trabajo con él. Pasábamos horas y horas en la casa de mi padre intentando terminar el maldito trabajo que nos unió de nuevo. Química y el baile estaban de por medio.

— ¡No! Seguimos juntos.

—Entonces... ¿por qué no viene a buscarte?

—Yo se lo pedí.

— ¿Desde cuándo no lo ves?

— ¿Por qué tantas preguntas?

—Responde.

Golpeé su bolsa de deporte y me dejé caer al suelo.

No bailaba como un pato mareado, pero sí que seguía en progreso de saber mover las caderas. Dejé que mi cabello cubriera mis mejillas y empecé a moverme por el suelo.

—Deja de hacer eso— pidió Troy.

— ¿Por qué?

Lo miré como pude.

Él se dio la vuelta, y me di cuenta que de repente estaba boca abajo, moviendo mi trasero en un intento de ser sexy. ¡Lo conseguí!

—Eres tan inocente, Freya.

Me levanté del suelo, y con una ceja enarcada me planté delante de él, muy cerca de esos ojos que me miraban con curiosidad.

— Tan inocente — dije con un tono burlón— que quiero aprender a bailar solo para desnudarme delante de mi novio. Quiero ser sexy — me bajé la camiseta, mostrando algo de escote. — Quiero gustarle. Provocarle. Ser la única que lo deje sin palabras.

Troy bajó la cabeza.

—Hablas como una stripper.

Sonreí.

—Entonces el siguiente paso es bailar alrededor de una barra de acero.

—Estás loca.

Me habían dicho cosas peores.

—Hoy es viernes, Troy. El trabajo está en las manos de la profesora. La nota seguirá siendo un misterio hasta dentro de unas horas — tiré de su gorra. —Vamos a pasarlo bien. Tú y yo. ¡Quiero ir a un bar!

El chico se rascó la nuca algo confuso.

— ¿Quieres beber?

Asentí con la cabeza.

Se encogió de hombros, y saltó del escenario.

—Pasaré por ti en un par de horas.

Salió corriendo, dejándome allí con una sonrisa y mirando el teléfono móvil. Mi madre me esperaba en una cafetería. Había vuelto y quería contarme lo que hizo esos días en los que cuidó a su hermana.

— ¿Y tu padre?

Dejé de comer las galletas que pedí.

Escuchar que tus padres divorciados seguían preguntando el uno por el otro...se me hacía raro. Papá no dejaba de hablar de ella, y mi madre hacía lo mismo.

Le sonreí dulcemente. Era consciente de que se veía con una mujer mucho más joven. Se lo dije porque era lo mejor. Al principio no reaccionó, pero luego fingió estar bien y volvió a beber de su té de melocotón.

¡Mi vecino es stripper!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora