7 Dos pequeños espíritus

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Mis días en familia se volvieron tranquilos desde que el pequeño mocoso decidió desaparecer de mi vista. Su presencia me había puesto los pelos de punta desde la primera vez que lo vi revolotear descalzo en la playa. Su desaparición calmó mis días, pero como nada era perfecto, su presencia se materializaba en sucesos extraños.

— ¡Están penando en casa! —Cielo dijo emocionada mientras le daba de comer a la pequeña estrella—. Créeme, lo están haciendo, todos los días, están penando.

Yo la miré como si lo que decía era de otro mundo, algo imposible, pero dentro de mí sabía que era verdad, o mejor dicho, que no lo era. Supuse que dentro de casa el mocoso daba saltos alrededor de la estrella. Todas las atenciones que debía de estar dándole al bebe le hicieron creer a Cielo que eran espíritus que penaban en la casa.

—Por un momento lo deje aquí y luego, al darme la vuelta, ¡desapareció! —dijo señalando un peluche en forma de una luna sonriente.

—Los fantasmas no existen —­dije dándole un beso en la frente para despedirme y terminar con esa conversación absurda.

—Yo sí creo en ellos, en espíritus que andan perdidos por el mundo tratando de encontrar la luz, por eso hoy mismo mi amiga vendrá para exorcizar la casa. Ella sabe de fantasmas. Dice que puede verlos y hablar con ellos.

—Es su trabajo, es natural que te diga eso.

—Pues a mí no me va a cobrar ni un sol por su visita como espiritista, siempre me lo dice.

Cielo continúo dándole la papilla a la estrella, quien comía gustoso. Si continuaba de ese modo, en un futuro no iba a ser un esbelto joven, sino más bien un rechoncho jovenzuelo de cabellos rubios. El sabor de la papilla le gustaba mucho.

Estuve a punto de salir de casa, cuando de repente el timbre sonó. Cielo dejó la pequeña cuchara de la estrella, lo cargo en sus brazos y salió presurosa para atender la puerta. Ella Ignoró que yo iba de salida y que pude haber atendido la puerta.

Salí tras ella, quien abrió la puerta apresurada y a la vez emocionada. Una joven de cabellos escandalosamente largos y ensortijados, sujetos con un tocado de diseño multicolor, cruzó el marco de la puerta. Su falda era larga y sus grandes aretes y anillos producían un sonidito cuando chocaban entre las múltiples piezas que las conformaban.

— ¡Prometido! —grito ruidosamente, elevando sus brazos en dirección de la estrella.

—Está sano y salvo —dijo Cielo.

—Como debe de ser, sano y salvo para mi pequeña niña —dijo, mientras ella se tocaba el vientre muy enternecida.

— ¿Estas embarazada? ¡Ya era hora!

—No, aun no, pero en cuanto lo esté vendré y haremos una fiesta a lo grande.

Rápidamente, muy de golpe, la vecina Rio elevó sus brazos con el rostro impactado, dio varios pasos hacia diferentes direcciones, con tropiezos, como si no supiera a donde ir, y al final decidió quedarse quieta junto a Cielo. La miró y le dijo:

—Tu casa se siente tensa. Debe ser el espíritu malo del diablo —susurró solemnemente mirando a la nada.

—Te lo dije —Cielo me miró victoriosa y luego trató de mirar con esfuerzo lo mismo que divisaba la vecina.

Las dos señoras empezaron a charlar emocionadas sobre el espíritu del diablo que supuestamente se paseaba por la casa. No quise interrumpirlas, por eso, al irme, solo me despedí blandiendo mi mano y luego salí para ir a mi reunión con un cliente.

UNA ESTRELLA ENAMORADA |1ra parte|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora