Capítulo 2

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La tormenta solo había empeorado. Dayanara sabía que debía actuar con prontitud si quería rescatar a Linda y Ángela, por lo cual esa noche no dormiría. Debía ponerse en marcha porque ya no le quedaba mucho tiempo: eran las tres de la mañana.

Se vistió de negro, color que consideró apropiado para la ocasión, y se dirigió al cuarto secreto donde las brujas de la casa practicaban su magia. Este era, en realidad, el sótano, el cual había sido completamente refaccionado para estas prácticas. Dos de las paredes estaban cubiertas con estanterías: una llena de libros de ocultismo, y otra con diversos artefactos e ingredientes para practicar la magia. Cualquier cosa que necesitasen para un hechizo, una poción o un encantamiento, estaría allí.

En el centro de la habitación se encontraba una mesa redonda de piedra con un pentagrama grabado en el medio; en otra de las paredes, un hogar en cuyo centro de encontraba un caldero. También había una jaula, en cuyo interior se encontraba una lechuza, a la cual Linda acudía en búsqueda de sabiduría.

La lechuza observaba a Dayanara, sus enormes ojos fijos en ella, como advirtiéndole que no debía proceder con lo que pensaba hacer; pero esto no la amedrentaría. Dayanara sabía que en uno de los estantes se encontraba el Gran Libro de la Diosa Oscura. Este había pertenecido a la abuela de Linda, quien lo mantuvo entre su colección ya que no podía deshacerse de ningún libro que hubiese pertenecido a su familia; pero esto no significaba que permitiría que sus descendientes lo leyesen.

El libro estaba sellado con magia y nadie podría abrirlo. Dayanara había sido curiosa y había intentado hacerlo, mas nunca lo logró: parecía como si sus páginas estuviesen pegadas, como si en realidad el libro hubiese sido moldeado en arcilla y pintado por fuera para tener la apariencia de un libro real. Sin embargo, ella ahora sabía que esa noche podría acceder a él; no había momento más indicado que aquel. Esa noche había descubierto que no solo las brujas blancas no pueden practicar la magia esos días en los que una tormenta es demasiado intensa, sino que sus hechizos de protección tampoco se mantienen. Nunca le habían hablado de esto, era el secreto mejor guardado de Linda,  y Dayanara ahora sabía por qué: no quería que ella pusiera sus manos sobre ese libro. La conocía demasiado bien, y sabía que su curiosidad tarde o temprano terminaría ganando.

Lo encontró en el mismo lugar donde siempre estaba; lo tomó y lo observó detenidamente, ofreciéndole sus respetos antes de aventurarse en sus sabias pero peligrosas páginas.

Al abrir el libro, la imagen de la diosa apareció en la primera página. Era una ilustración de la diosa con tres cabezas, llevando dos antorchas, una serpiente, y a Cerbero, el perro del Inframundo a su lado. La observó maravillada durante unos segundos, pero luego procedió a hacer lo que había venido a hacer: debía buscar la manera de invocarla; no podía distraerse mirando atractivas imágenes, o leyendo información que, en esos momentos, era irrelevante. Debía ir al grano.

Buscó en el índice. Había diversos tipos de invocaciones: una invocación para pedir la resucitación de un muerto, invocación que puede hacer alguien poseedor de magia blanca para pasarse al lado oscuro, e invocación de parte de alguien que quiere iniciarse en la magia, entre otras más.

Dayanara había pensado que debería fabricar alguna clase de pócima, o armar alguna bolsita de hierbas para llevar consigo y ofrecerle a la diosa, pero la forma de invocarla era mucho más simple de lo que ella había creído:

Si a la Diosa Oscura con sinceridad buscas

has de encontrarla en la encrucijada,

donde tres caminos se juntan

para al caminante despistar.

Si quieres su favor obtener una ofrenda a ella has de dejar:

Señora de las tinieblas (Entre Dioses)Where stories live. Discover now