90 - Día soleado ensombrecido

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El día soleado se sentía triste, pero la noches aún más. Quizá estaba cayendo en una depresión incontrolable.

Estaba en las vacaciones, los días en que mi mejor amigo Max y yo salíamos mucho. No teníamos clases ni mucho menos tareas que nos encerraban en casa. Nos gustaba divertirnos juntos, salir y reírnos. Su compañía me gustaba más que el de cualquiera. Él era el único que tenía que ver para que mis días fuesen soleados a pesar de no tener el sol sobre mi cabeza. Max me iluminaba, su sonrisa me deslumbraba, Max era mi sol.

Pero...

Max ya no estaba, él me había dejado...

Desperté con unos rayos intensos quemándome el rostro. Las cortinas de mis ventanas estaban corridas a pesar de haberlas cerrado antes de dormir. No le tomé importancia a la hora que el reloj marcaba, solo me cubrí con las sabanas completamente. Allí recostado, podía escuchar los murmullos de la gente, las voces alegres de los niños y los truenos de las sartas que se solían explotar después del tan esperado año nuevo.

—Caramel, ya levántate —me dijo mi madre quitándome las sabanas de encima—. Vamos a visitar a tus abuelos, así que alístate. No te demores o papá se va a molestar.

Mamá me dio un beso en la frente y me dejó un vaso de jugo de naranja en el velador.

—No quiero —dije después que ella saliera.

Me volví a cubrir con las sabanas.

Me puse a pensar. No había dejado de pensar luego de que Max me dijera que nunca regresaría a Perú. Al principio pensé que eran una de sus bromas y que él me volvería llamar durante la noche para decirme que regresaría, pero él no me volvió a llamar. Yo quería verlo, quería escucharlo; mantenía la esperanza de que su broma terminara la primera mañana del año nuevo. Me revolví en la cama para buscar mi celular, el cual mantuve conmigo toda la noche. No tenía llamadas perdidas ni mensajes de texto. Iba a dejar que mi celular se volviera a perder entre mis sabanas, pero el timbre repentino me hizo responder sin ni siquiera fijarme en el número de entrada.

—Max —dije esperando escuchar su voz.

Escuché una risa burlona al otro lado del teléfono. Al principio no reconocí ese tono, pero luego comprendí que no era la llamada que estaba esperando.

—Ya me enteré, Caramel, Max te dejó. Pobre Caramel, pobrecito, Max no te quie...

Colgué. Esa voz era la de Francis, el primo molestoso de Max. Me volví a recostar en mi cama sin ánimos de nada. No pasó más de un par de minutos para que mi celular volviera a timbrar. Volví a buscarlo de entre mis sábanas. El número que vi en la pantalla era el de mi amigo Max.

—Max...

—Soy yo, Caramel, no te decepciones —volví a escuchar la voz de Francis.

El número era de Max, entonces... Francis debía estar con mi amigo. Me quedé callado, no supe que hacer, Si colgarle o no.

—Estoy pasando el año con mis abuelos, por eso también estoy en Alemania. Debes sentir envidia de que tu querido Max este pasando el año nuevo conmigo y no contigo, en tu país. Qué pena, eso te pasa por ser tan hombrecito, Caramel. Ser marica no es difícil, Caramel, solo debes dejar que te cojan y listo. Si quieres yo te puedo ayudar...

Volví a colgar.

Nuevamente mi celular volvió a timbrar. Me quedé mirándolo sin responder hasta que dejó de sonar. Lo dejé sobre mi velador. Mamá regresó a mi habitación para recordarme que tenía que cambiarme para ir a ver a mis abuelos. En ese instante Max estaba con sus abuelos, por eso decidí ir a visitar a los míos también. Respiré profundo para animarme a continuar ese día sin Max.

Mi celular volvió a timbrar. Lo ignoré, pero volvió a timbrar una y otra vez.

Mamá me llamó para que bajara. Yo ya estaba listo, bajo el marco de mi puerta, mirando timbrar a mi celular sobre mi velador. Un impulso me obligó a ir por él para contestar...

—Max... —dudé.

—Caramel, ¿puedes vivir sin mí? —escuché.

Traté de respirar tranquilamente...

—Sí. Eres mi mejor amigo, por eso es difícil que no estés aquí, pero me acostumbraré.

—Yo también, Caramel, siento que ya no te extraño. Ya verás que pronto tendrás otro nuevo mejor amigo y yo también, pero siempre serás mío, él único, mi Caramel.

"Dilo", pensé, "di que es una mentira, que regresarás"

—Eres mi único mejor amigo, Max, no tendré a nadie más.

La voz de Max, a través del celular, se escuchaba como siempre, como cuando me hablaba durante uno de sus tantos viajes. Su tonó tan tranquilo me dolió mucho. No quería ser el único en extrañarlo tanto.

Los días de enero pasaron. Contarlos no me sirvieron de nada porque Max no regresó. No había una fecha que esperar para su regreso.

"Crees que Max se pasa todo el día pensando en ti, Caramel. Pues no, Caramel, porque tu querido amigo se lo está pasando bien aquí con su nueva noviecita", me dijo Francis en una de sus indeseables llamadas. Le colgué como siempre porque solo me llamaba para decirme tonterías. Le gustaba molestarme, siempre lo hacía con sus llamaditas a cualquier hora. Me contaba sobre mi amigo, sobre la chica con quien salía, una bonita alemana que apenas sabía hablar inglés.

"Por qué sale con una chica ¿Acaso no me quiere a mí?"

Max siempre le decía a la chica con quien salía que la quería mucho, pero luego terminaba con ella como si nada. Por qué dijo que le gustaba ¿Nuestra amistad no era suficiente?

En esos días salí mucho con Cristal, mi enamorada. Si Max iba a divertirse con su noviecita alemana, pues yo también lo iba a hacer. No quería ser el único en quedarse en cama pensando en su regreso.

A pesar de animarme a sonreír en las salidas con mis amigos y con Cristal, mi verdadera sonrisa se marcaba en mi rostro únicamente cada vez que mi celular sonaba, ya que tenía la esperanza de escuchar a Max al otro lado. No había otra persona en mi mente, solo Max, el único.

Estaba mal...

No iba a poder seguir ocultando ese dolor que la voz lejana de Max me hacía sentir. Lo extrañaba mucho. Su sonrisa tan bonita en las video llamadas me afligían. No quería que sonriera porque yo no podía hacerlo si él no estaba. A pesar de mostrarme tan natural los primeros días, ya no pude seguir haciéndolo.

Lo extrañaba, no pude seguir ocultándolo pese a mis esfuerzos, pero él parecía divertirse.

AUN SIEMPRE SERAS TÚ |1RA PARTE|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora